La capacidad de elaborar juegos en los mínimos recursos es una virtud que tienen los niños, esta dinámica establece un proceso de desarrollo integral, si observamos con detenimiento la acción que generan establece un dominio sistemático de su individualidad, del grupo, de los elementos que posee y el contexto que le permite elucubrar espacios imaginados que va a reforzar su aprendizaje. Por eso es necesario entender que toda interacción debe ser plasmada en una estructura lúdica, para que la participación de la niñez brinde réditos en el presente y en el futuro. Johan Huizinga menciona:
“Dentro del campo
de juego existe un orden propio y absoluto. He aquí otro rasgo positivo del
juego: crea orden, es orden. Lleva al mundo imperfecto y a la vida confusa una
perfección provisional y limitada. El juego exige un orden absoluto. La
desviación más pequeña estropea todo el juego, le hace perder su carácter y lo
anula”. (p.15)
Huizinga, J. (2007). Homo ludens. Buenos Aires, Argentina: Emecé Editores.
Texto: Arq. Milton Marcelo Puente